Si uno lee los periódicos, de la línea que se quiera, y es un tanto avispado, se da cuenta enseguida que casi toda noticia que en ellos aparece poco o nada tiene de importancia para la vida cotidiana que suele llevar. Nos adentramos así en la cuestión que me atrapa ahora: para qué leer semejantes fuentes de distorsión cognitiva de la realidad. Y me explico; de poco sirve querer estar avisado de todas las estupideces y boberías que a una minoría selecta se le acontecen u ocurren, precisamente porque no formamos parte de ella y, lo que a ella le pase, a nosotros no, ni tiene por qué. Pero bien es verdad que la curiosidad nos puede y nos seduce y acabamos cayendo en sus cautivadoras redes con mayor facilidad de lo que la evitamos adrede. No obstante, siempre podemos rehuirla y darnos cuenta, de una vez por todas, que todo lo que leemos en esos medios no dejan de ser sesgadas opiniones de quienes las han escrito, bien por su propia voluntad, bien mandados por quienes les pagan. Que nos agrade confirmarnos en nuestras propias derivas intelectuales, de tenerlas, eso es ya cuestión harto sabida.
Los periódicos