Juzgo y juzgo y juzgo. Juzgo por tu aspecto externo porque no me atrevo a entablar conversación contigo, ¿para qué? Seguro que con ese aspecto eres un ser despreciable que nada me puede aportar y con el que no se puede hablar porque serás un cafre. JUZGO Y JUZGO Y JUZGO y así me voy metiendo cada día más en la paranoia y la intolerancia, amargado hasta la náusea.