Conseguir la satisfacción plena. Todos, o casi todos, queremos conseguir estar realizados, ser felices, blablabla, que se supone que es la plena satisfacción y hay determinadas personas, organizadas en grupo o en solitario, que se dedican precisamente a convencer a otros de que ellos o su producto son lo que necesitamos para estar plenamente satisfechos o, al menos, en camino de estarlo. Y estas personas, individualmente o en grupo, tienen tan claro que viven de eso que no llevan nada bien que alguien les desenmascare, haga ver que en realidad no necesitamos de ellas o de su producto para la satisfacción plena porque la satisfacción plena no depende de ninguna persona concreta o de ningún producto. Depende de uno mismo y de que encuentre el sentido de su vida, que básicamente es hacer lo que le agrada, gusta y apasiona. Pero no lo hacemos generalmente porque llevamos muchos años viviendo la vida de otros. Y luego nos quejamos de que nuestra vida es un sinsentido, lo cual es cierto porque no es nuestra vida, es la vida de otros. Y corremos a comprar cosas que den sentido a nuestra vida, o a hacer cosas que nos hagan olvidar que no olvidamos que nuestra vida no tiene sentido, o a buscar otras personas a las que echarnos en sus manos para conseguir que nos expliquen el sentido de nuestras vidas. Y así siempre corriendo, detrás de un nuevo producto, de un nuevo gurú, de una nueva actividad, de una distracción más. Entrar dentro de uno mismo es muy costoso, pero es el único camino. Lo demás son eso, meras distracciones que no consiguen siquiera su objetivo a partir de un determinado momento.