Las cosas son, independientemente del observador humano que las constate. Pero como solo los humanos podemos pensar y hablarnos sobre las cosas, inferimos erradamente que creamos estas, lo cual es un desacierto que ha venido molestando a las sociedades desde tiempos de Descartes, si no ya desde mucho antes: el subjetivismo y el materialismo van aquí de la mano. Y al caso, estamos hartos de comprobar cómo las noticias que podemos leer en la prensa no reflejan exactamente la realidad sino la percepción de la misma que tienen quienes las redactan. Este hecho lo conocemos hace ya mucho, es lo dado en llamar línea editorial o tendencia de un periódico, según se alinee a un lado o al otro del espectro político tradicional, algo que hace tiempo ha hecho aguas, pero que en este país persisten en mantener. Ojalá que podamos tener una agencia de noticias veraz e informadora, en lugar de sectaria y torticera, pero me da que es un imposible, al menos en estos lares. Porque una cosa es un artículo de opinión, que refleja precisamente eso, la distinta percepción que alguien tiene de unos hechos y su valoración moral (siempre es tal aunque no lo pregonen) y otra muy distinta la mera exposición de los mismos tal y como ocurrieron. Para esto último hay que ser muy honesto y no desear destacar y eso, me temo, no es lo que persiguen la mayoría de los que andan metidos en el negocio de la información. Además, toda esta caterva de ideologizados me da un asco que no puedo ni quiero evitar; a lo sumo a quienes evito es a ellos, a los que procuro mantener alejados de mi equilibrio lo más posible y aconsejo encarecidamente lo mismo a cualquiera que desee permanecer sano y libre de la influencia perniciosa para la salud estomacal que trae consigo esta banda de oportunistas.