En las artes y la cultura, el discurso imperante no ha hecho nunca Historia, simplemente pasó, durante una temporada, como un dictador que destruye la maravillosa variedad de las sociedades humanas, tan llenas de contrasentidos. Intentar y persistir en analizar el pasado con criterios actuales, que aun no existían, es poco menos que una engañufla intelectual, si no, más bien, una señal de estupidez.
«Imposible no desarrollar un sentido de relativismo, un sentido de la perspectiva, y cierta triste ironía sobre cómo el ocupado se convierte en ocupante, el oprimido en opresor, sobre cómo la víctima de ayer puede fácilmente convertirse en verdugo, sobre la facilidad con que cambian los papeles»
Amos Oz