Estamos en un momento de crisis de tal magnitud que solo podremos advertirlo pasadas muchas décadas y para entonces posiblemente no estaremos muchos de nosotros ya en esta existencia. Claro que profetizar de esta manera trae su propia condena y con ella su destierro: muchos nos dirán que ahí es nada, que menudo planteamiento si no se puede ni advertir ni probar. Lo cierto es que para muchas almas sensibles y perceptoras de la realidad el momento presente es de gran sufrimiento al notar cómo manadas enteras de descerebrados se adueñan de la vida cotidiana de las sociedades y tratan de imponer sus negativos modos de actuar, que van desde el ruido que producen y consumen hasta los comportamientos igual de ruidosos y egoístas, una proliferación de idiotas en toda regla. Ha habido quienes lo han notado y lo mantienen y alimentan con gran cantidad de productos basura destinados a captar las más bajas pasiones del ser humano, si es que se pudiera llamar humano a los seres degradados hasta ese punto. Si, como algunos pregonan, no existe la naturaleza, tampoco podremos afirmar que semejantes degradaciones de la misma merecen el calificativo de humana. Pero mientras haya vida habrá esperanza, que dice el dicho, y la esperanza de una redención de la vil Humanidad nos sigue manteniendo en la brecha de la existencia, mientras algunos se creen a pies juntillas eso de que la Ciencia nos salvará de nosotros mismos, otros tantos ponen su esperanza en la Programación, y todavía una gran cantidad de humanos la pone en la Religión, cualquiera que sea. Cuál de ellas será la más adecuada cualquiera lo sabe. Habrá que esperar cien años. Y para entonces todos habremos ya muerto.