Si un vendaval de sentimientos enconados
te lleva y te trae a su lascivo antojo,
no me digas que naces alborotado,
no me hables de dioses y de rojos
linajes de guerreros y furias,
de espíritu trascendido y de alma cándida,
de veleta, de viento y de tormentas,
del estruendo del trueno y el fulgor
del brillante relámpago y el rayo
impasible y destructor.
Habla más bien del inconsciente,
de la nada y el capricho, de la moda,
de ti mismo incontinente e inasido,
vaso quebradizo y frágil y asimismo
profunda roca y renacido sentido.
No se dan cuenta de que
no son tan libres como proclaman.
Todo es circunstancia y polvo;
todo cambia al mirar de cerca
y contemplar las suelas gastadas
con marcas de queso y aceitunas.
Nadie quiere ver el lado perdido;
ha estado siempre ahí, pero se ciegan
porque la madre no les permite
cagarse a gusto en los pantalones,
ni gritarle que ya nunca más puede
hacer con sus vidas lo que se le antoje.
Vinieron las lluvias a robar los cristales
de todas las ventanas de las casas,
salvo una, una sola que mantuvo
las cortinas durante todo el proceso.
Esas cortinas de luces cambiantes
y leves mosquitos que zumban dolientes,
apenas una pausa y recobran la vista,
cuando las almohadas abrazan marmotas
de sal y de obras repletas de sueños.
Todo quedó en algo y quedó en nada,
en polvo de nube y de cansados lirios;
el agua no ceja
de sentirse médano
en tanto que el páramo
se siente lejos.
Febril incompletitud, si ella es adecuada,
palabra que comienza a tejer nuevas redes,
conexa dimensión del planeta mente,
hoy por hoy tan en boga como el motor
de explosión al comienzo de todo.
Vino el progreso y nos hundió en el barro,
el barro de los siglos, el barro de los años
venideros que nunca fueron todavía.
Muere el viento en la rama marchita.
No llegó nunca a flotar en el aire
la penúltima margarita de hojas insomnes.
tantos sueños desterrados, tanta gloria
en un día sonoro volvióse
vibrante pífano que no llegó a loro,
lleno de luces y de colores de pájaro raro,
exótica maraña de obsesivo clamor.
Hoy es luz, mañana faro. Y luego sombra
que despierta a las dóciles chiquillas
de una mente tranquila y gastada.
Vendaval
